Esa tarde me
encontraba frente a aquella hilera de huevos idénticos, de forma más bien
redondeada y de un gris intenso, parecían hechos en serie, no por una mamá pata
en la naturaleza, sino por una maquina. Pero todos sin excepción me daban la
sensación de estar descompuestos. Dentro, los más de 24 patitos que
fueron fecundados estaban muertos y ahora permanecían en la estantería en una
de los muchos “7 Eleven” que hay en Manila, listos para algún comensal.
Quizás mi cultura o
el prejuicio eran mi impedimento, pero, a pesar de sentirme valiente, ya lo
había decidido: no voy a comer balot por mucho que me aseguren que son
exquisitos. Aún así podría ver cómo alguien lo comía.
En Filipinas la cocina
no es tan ajena como se pudiera esperar. Muchos platos, en especial las carnes,
son servidos en hoja de plátano y cocidos a la parrilla, lo que les añade un
sabor delicioso. En buena medida el plato principal es el cochino, que es ofrecido
de todas las formas imaginables: desde asados enteros aún con su piel, hasta
cortados en diminutos trozos llamados “pork adobo cut”.
Pero para los
cientos de extranjeros que vivimos en el archipiélago el balot es un reto
particular. Este pequeño engendro de pato -cocido antes de que su gestación
esté terminada- es una exquisités para los locales. Lo venden en los mercados, en
la calle, en las “Mini Stop” en cada esquina; y también lo sirven en los
restaurantes con salsas elaboradas y hermosas presentaciones.
Le suelo preguntar
a mis conocidos filipinos cómo llegaron a comerse un aborto de pato y cómo,
además, se convirtió en una cosa tan frecuente y común. Y aunque, hasta ahora,
nadie me ha dado una explicación específica, doy por sentado que algún ancestro
sancochó un huevo de pato y al abrirlo se encontró con el pequeño cadáver, pero
tuvo el valor de comerlo; quizás de allí en adelante se hizo una costumbre.
En las meriendas de
oficina es común comerse uno o dos balot para resistir el trabajo de la tarde;
una chica que conozco tuvo antojo especial de este tipo de huevos durante todo
su embarazo; otros simplemente lo ponen dentro de un pan y lo disfrutan como si
lo que llevara dentro fuera una lonja de jamón de pato. Otra amiga me juró que
no se comía el pequeño patito, pero sí el huevo y el jugo que lo rodean. Para
casi todos resulta gracioso la cara de horror que ponemos los extranjeros ante
este, su “manjar”.
Pero uno de los
extranjeros con los que llegué a este país sí que se determinó a comer balot.
Tuvo la previsión de, primero, contemplar cómo lo comía una compañera local.
Con sus manos pequeñas la chica golpeó el huevo por la parte superior y lo
desconchó un poco. Luego, con cuidado, comenzó a abrirlo dejando ver hilos
marrones y el líquido del mismo color que hay dentro, y lo aderezó con un poco de
sal. En el fondo se veía al animalito que fue hervido mientras crecía. La chica
se lo llevó a la boca y, como si apurara un vaso de agua, se comió el balot que,
en dos segundos, desapareció por su garganta.
Tocaba el turno del
extranjero que se preparó con un considerable baso de agua, servilletas y una
papelera… Hizo el mismo procedimiento de la chica, pero apenas probó el jugo
viscoso devolvió casi hasta la comida del día anterior. Con la cara aún
enrojecida, prometió que nunca lo intentaría de nuevo.
Las patas que ponen
los huevos de balot son criadas en fincas en todo el archipiélago. En las
minitiendas los mantienen tibios y los filipinos aseguran que no pasan muchos
días allí pues deben mantenerlos en buen estado, aunque yo me pregunto si eso
es posible.
En estas tierras
sigo contemplando las hileras de balot en calles y locales y me sigue
produciendo la misma inquietud. Muchos filipinos aseguran que tienen cualidades
afrodisíacas, quizás a eso se debe su popularidad, y no descarto que la calidez
que atribuyen a las mujeres de esta tierra este relacionada también con este “manjar”.
* Pero si prefieren ver como la gente se come esta "delicia" local aquí un video de National Geografic
OMG! Creo que no podría comerme algo así... Pero, como dicen: "Donde fueres, haced lo que vieres". Si alguna vez cambias de opinión y los pruebas, ¡cuéntanos! Buen texto, ¡saludos!
ResponderEliminarMuy buenos tus post. Amo Asia!!
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